No te lo tomes personal

No te lo tomes personal

Muchas veces cargamos con mochilas que no son nuestras. Lo que la gente dice o hace suele hablar más de ellos, de lo que están viviendo y de su mundo interior, que de ti. Incluso cuando algo parece dirigido contra ti, rara vez lo es. Sus palabras, acciones y opiniones son proyecciones de sus propios pensamientos. 
Cada persona vive en su propia realidad.

El problema empieza cuando nos lo tomamos como algo personal. En ese momento asumimos que los demás conocen nuestra realidad e intentamos imponerla sobre la suya.
En el fondo es un intento de control: de que los demás vean lo que vemos, sientan lo que sentimos y reconozcan lo que consideramos importante.

En cambio, cuando dejamos de hacerlo, recuperamos poder sobre nuestros pensamientos, emociones y acciones. Aceptamos que cada persona es diferente, y que está bien que así sea.
Entendemos que no podemos controlar cómo nos ven o cómo se relacionan con nosotros, pero sí podemos decidir cómo nos vemos a nosotros mismos, cómo interpretamos la situación y cómo respondemos a ella.

Ejemplos del día a día para comprenderlo mejor.

Claro que esto no siempre es fácil.
En el trabajo, por ejemplo, tu jefe puede soltar un comentario borde sin venir a cuento. Lo más probable es que tenga más que ver con su estrés que contigo.

En pareja, unos días de distancia o de malos gestos pueden reflejar la manera en que se está hablando a sí misma esa persona, más que una crítica hacia ti.

Y en familia, cuando tu madre vuelve a cuestionar una decisión, casi siempre tiene que ver con su forma de ver la vida, no con tu valor.

 

Hay una verdad incómoda en todo esto: tendemos a hacer juicios y suposiciones sobre los demás sin conocer toda la historia. Y la mayoría de las veces, esas suposiciones son erróneas. Cuando lo entiendes, respiras más tranquilo. Dejas de reaccionar con el impulso de la emoción y recuperas la libertad de elegir cómo responder.

Eleanor Roosevelt lo resumió de forma brillante:

«Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento».

La próxima vez que un comentario o un gesto te duela, en lugar de quedártelo dentro, ponlo en palabras. Escríbelo. Al hacerlo, ganarás perspectiva y podrás reconocer que no depende de ti, y que no define quién eres.

En el Diario Chōwa encontrarás ejercicios que te invitan precisamente a esto: a observar tus reacciones, a preguntarte por qué algo te afecta y a soltar lo que no es tuyo. Esa práctica sencilla de escribir te recuerda, cada día, que no necesitas cargar con la mochila de los demás.

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